Por
J. Vipsania.
Si
hay algo en lo que todos los políticos asturianos parecen estar de
acuerdo es en el enorme poder que otorga el control de la actividad
cultural, regional o municipal. Olvídense de consejerías o
concejalías de interior o seguridad, de policía local o autonómica,
de legislación a base de decreto sobre el comportamiento ciudadano,
de multas o sanciones. Lo que realmente otorga prestigio, promociona
individuos y adormece a la masa borreguil ciudadana es el control de
la CULTURA, así con mayúsculas.
De
eso saben un rato en Gijón, donde hace mucho tiempo, y a la vera del
conspicuo PSOE que gobernó el municipio durante tantos años, se
creó la Fundación Municipal de Cultura, uno de los ejemplos de
entramado para la gestión pública de la cultura que algunos llaman
chiringuito, otros cueva de Alí-Babá y para el que otros no somos
capaces de encontrar una denominación adecuada que defina sus
métodos, fines y funciones. En teoría a su cargo está la gestión
de museos municipales, exposiciones, festivales, ferias y teatros,
bibliotecas y actividades varias que van desde la arqueología hasta
premios literarios, para lo que se procuran no solo fondos del
presupuesto municipal, sino subvenciones y aportaciones de dineros
procedentes de diversas entidades, públicas o privadas.
Lo
que tiene que los mismos lleven muchos años dedicados a lo mismo es
que se saben todos los procedimientos, las tretas y los trucos, al
tiempo que las agendas de directivos engordan con los nombres de las
personas adecuadas a las que hay que dirigirse para excavar,
programar, pedir, dar y tomar. Y así Gijón consolidó al amparo de
sus directores una destacada red de museos municipales, un
prestigioso festival de cine, un importante ciclo de actividades
escénicas, un conocido premio literario y un “nosequé” que
podríamos llamar encuentro, certamen, feria, festival o fiesta para
veraneantes llamado Semana Negra.
Pero
claro, con el cambio de signo político en el municipio, y con el
argumento que esgrimimos al principio de esta entrada como bandera,
el relevo en la gestión de la Fundación Municipal de Cultura y del
resto de entes públicos municipales que gestionaban actividades
culturales estaba más que cantado. De prisa y corriendo fueron
cayendo de la burra sus cargos directivos, sus directores y
programadores y se dio una vuelta de tuerca en la gestión cultural
con nuevos nombres, nuevas caras y desgraciadamente, nuevas formas,
perdidas las anteriores. Tras este cambio surge arrolladora la imagen
del concejal de Cultura, el cantante Carlos Rubiera, quien de acuerdo
a su asturianismo militante descabalgó a los pijos cosmopolitas y
“gafapasta” modernos de antes para poner a los colegas de madreña
y montera picona de ahora, o sea, el “quitatetupaponemeyo” de
siempre. Y aunque, todo hay que decirlo, todavía no ha podido con
Taíbo, quizá el único trasnochado de los de antes, de momento el
concejal cantante Rubiera ya se ha sacado de la chistera un
acontecimiento festivalero que pueda hacer sombra a la Semana Negra y
a la que el inspirado concejal aporta intercéltica banda sonora. Por
supuesto, gratis y sin cobrar derechos de autor.
Las
consecuencias del cambio de caras y formas parece que no se han hecho
esperar. No hace mucho tiempo el rotundo nuevo director de la
Fundación Municipal de Cultura, Xosé Nel Riesgo, se quejaba
amargamente de que Cajastur no ha cumplido un acuerdo firmado por el
que la obra Social y Cultural de la extinta caja asturiana, ahora
Liberbank, se comprometía al abono de 54.000 euros para la fundación
gijonesa (LNE, 19 de octubre de 2012). Ante esto, habla de falta de
decencia y de actitudes impresentables e intolerables, cuando
cualquiera que haya lidiado con este bravío rebaño bancario sabe
que debe andarse con más tiento, ser más fino, para evitar que
definitivamente le den a uno con la puerta en las narices: quizá en
la cúpula bancaria desconfían de los nuevos gestores, o quizá la
crisis ha hecho que definitivamente los regalos de dinero por parte
de los bancos para actividades culturales pasen mejor vida.
Pero
no han sido los únicos dineros que se van por el retrete. En los
últimos días se ha publicado la pérdida para el Festival de Cine
de Gijón de una subvención ministerial, estimada en unos 70.000
euros, en función de aportaciones a ediciones anteriores. Aquí la
responsabilidad del desastre ya no depende de la Fundación Municipal
de Cultura, sino del ente municipal Teatro Jovellanos. La subvención
se deniega por llegar fuera de plazo. Ante este atropello, el
cantante concejal ha solicitado “un informe detallado de todo el
procedimiento de solicitud de la ayuda al Ministerio para interponer
el correspondiente recurso”, con el objetivo de “lograr la
subvención inicialmente no concedida” (LNE, 29 de noviembre de 2012). A falta de las conclusiones que se extraigan de ese detallado
informe, Teresa Sánchez, nueva gestora del Teatro Jovellanos, aclara
que todo se debe a un defecto de forma por la falta del sello de
correos en la documentación correspondiente.
Es
gracioso lo de la falta de sello: así leído, parece que a los
responsables se les olvidó el franqueo antes de poner el sobre en el
buzón correspondiente. Si así fuese, y para evitar nuevos despistes
en gestiones administrativas donde está en juego tanto dinero, nos
permitimos recomendar la utilización de sobres prefranqueados,
emitidos por la propia entidad postal. Sin embargo, para todo aquel
que conozca un poco estos procedimientos, da la sensación de que, lo
que faltó en realidad, fue el matasellos con la fecha de entrega de
la documentación para su envío, circunstancia para la que es
necesario llevar el sobre abierto a las dependencias postales y
cerrarlo una vez el sello ha quedado estampado en los impresos, con
el envío y la fecha del mismo certificados. Y para saber que esto es
así no hace falta ser una lumbrera: sin ir más lejos, quienes hemos
tenido que presentarnos a oposiciones por toda la geografía
española, sabemos que este es el procedimiento de envío de las
solicitudes para poder concurrir a ellas. Claro que de haber tenido
padrinos políticos dedicados a la cultura que nos hubiesen dado un
“puestín” municipal para gestionar subvenciones, no hubiésemos
tenido que opositar a lo largo y ancho de España, y nos podríamos
haber quedado tan a gusto en la “tierrina”, “guapina” y
“prestosa”, tomando “sidrina” en cantidades navegables y
yendo a inauguraciones de espichas y “fiestinas de prau”
organizadas con las subvenciones concedidas.
Afortunadamente,
la pérdida de la subvención no se ha notado en la calidad del
festival de cine, a juzgar por las palabras del concejal cantante, ya
que asegura que su nivel ha sido similar al de anteriores ediciones.
Lo que es una pena, porque para este viaje no hacían falta nuevas
alforjas, y porque se trataba de celebrar el cincuenta aniversario
del certamen, así que no hubiese sido mala cosa sacarse de la manga
algo más especial, e incluso que, haciendo de tripas corazón,
hubiesen tenido una deferencia mínima hacia quién trabajó muchos
años como director del mismo, consolidando el FICX como un referente
en el panorama cinematográfico de este país (me refiero a España,
claro está).
Más
allá de la anécdota, lo peor de todo es la asombrosa capacidad de
los responsables municipales y autonómicos de Foro Asturias
Ciudadanos para echar a perder fondos públicos indispensables para
la cultura regional, mediante el traspapelo de subvenciones muy
necesarias. No sabemos si es por incapacidad, por desidia, por
torpeza o por incompetencia, o porque son como el “asturianón
grandón típicu” que entra en el chigre gritando aquello de “esta
ronda ye mía”, “ya ta to pago” y “en mi casa les perres como
cuchu”.
En
cualquier caso donde las subvenciones no llegan, llegarán los fondos
autonómicos y municipales para cubrir presupuestos, fondos públicos
que proceden -es ocioso recordarlo, aunque desgraciadamente oportuno-
de los bolsillos de todos los ciudadanos. Y si esto es así para el
Niemeyer, también lo es para la Cámara Santa, para el Museo del
Pueblo o para el Festival de Cine de Gijón. Así que, señor
concejal, menos canciones, menos informes y más trabajo, formación,
capacidad de gestión y supervisión, especialmente si es cierta la
denuncia de que ha habido un aumento del 21% en el presupuesto
destinado a los salarios de los gestores culturales de Gijón, a
pesar de que el número de cargos directivos ha disminuido.
Mientras tanto habrá que asumir el panorama que nos ofrecen estos nuevos gestores. Nacho Vegas, también gijonés, mucho mejor artista que el concejal cantante Carlos Rubiera, y que hace patria sin necesidad de montera picona y “madreñes”, le ha puesto letra, versioneando el “Devil Town” de Daniel Johnston. Que lo disfruten.
No hay comentarios:
Publicar un comentario