sábado, 8 de diciembre de 2012

Perdiendo los Papeles (Y las Subvenciones)

Por J. Vipsania.

Si hay algo en lo que todos los políticos asturianos parecen estar de acuerdo es en el enorme poder que otorga el control de la actividad cultural, regional o municipal. Olvídense de consejerías o concejalías de interior o seguridad, de policía local o autonómica, de legislación a base de decreto sobre el comportamiento ciudadano, de multas o sanciones. Lo que realmente otorga prestigio, promociona individuos y adormece a la masa borreguil ciudadana es el control de la CULTURA, así con mayúsculas.


De eso saben un rato en Gijón, donde hace mucho tiempo, y a la vera del conspicuo PSOE que gobernó el municipio durante tantos años, se creó la Fundación Municipal de Cultura, uno de los ejemplos de entramado para la gestión pública de la cultura que algunos llaman chiringuito, otros cueva de Alí-Babá y para el que otros no somos capaces de encontrar una denominación adecuada que defina sus métodos, fines y funciones. En teoría a su cargo está la gestión de museos municipales, exposiciones, festivales, ferias y teatros, bibliotecas y actividades varias que van desde la arqueología hasta premios literarios, para lo que se procuran no solo fondos del presupuesto municipal, sino subvenciones y aportaciones de dineros procedentes de diversas entidades, públicas o privadas.
Lo que tiene que los mismos lleven muchos años dedicados a lo mismo es que se saben todos los procedimientos, las tretas y los trucos, al tiempo que las agendas de directivos engordan con los nombres de las personas adecuadas a las que hay que dirigirse para excavar, programar, pedir, dar y tomar. Y así Gijón consolidó al amparo de sus directores una destacada red de museos municipales, un prestigioso festival de cine, un importante ciclo de actividades escénicas, un conocido premio literario y un “nosequé” que podríamos llamar encuentro, certamen, feria, festival o fiesta para veraneantes llamado Semana Negra.


Pero claro, con el cambio de signo político en el municipio, y con el argumento que esgrimimos al principio de esta entrada como bandera, el relevo en la gestión de la Fundación Municipal de Cultura y del resto de entes públicos municipales que gestionaban actividades culturales estaba más que cantado. De prisa y corriendo fueron cayendo de la burra sus cargos directivos, sus directores y programadores y se dio una vuelta de tuerca en la gestión cultural con nuevos nombres, nuevas caras y desgraciadamente, nuevas formas, perdidas las anteriores. Tras este cambio surge arrolladora la imagen del concejal de Cultura, el cantante Carlos Rubiera, quien de acuerdo a su asturianismo militante descabalgó a los pijos cosmopolitas y “gafapasta” modernos de antes para poner a los colegas de madreña y montera picona de ahora, o sea, el “quitatetupaponemeyo” de siempre. Y aunque, todo hay que decirlo, todavía no ha podido con Taíbo, quizá el único trasnochado de los de antes, de momento el concejal cantante Rubiera ya se ha sacado de la chistera un acontecimiento festivalero que pueda hacer sombra a la Semana Negra y a la que el inspirado concejal aporta intercéltica banda sonora. Por supuesto, gratis y sin cobrar derechos de autor.


Las consecuencias del cambio de caras y formas parece que no se han hecho esperar. No hace mucho tiempo el rotundo nuevo director de la Fundación Municipal de Cultura, Xosé Nel Riesgo, se quejaba amargamente de que Cajastur no ha cumplido un acuerdo firmado por el que la obra Social y Cultural de la extinta caja asturiana, ahora Liberbank, se comprometía al abono de 54.000 euros para la fundación gijonesa (LNE, 19 de octubre de 2012). Ante esto, habla de falta de decencia y de actitudes impresentables e intolerables, cuando cualquiera que haya lidiado con este bravío rebaño bancario sabe que debe andarse con más tiento, ser más fino, para evitar que definitivamente le den a uno con la puerta en las narices: quizá en la cúpula bancaria desconfían de los nuevos gestores, o quizá la crisis ha hecho que definitivamente los regalos de dinero por parte de los bancos para actividades culturales pasen mejor vida.


Pero no han sido los únicos dineros que se van por el retrete. En los últimos días se ha publicado la pérdida para el Festival de Cine de Gijón de una subvención ministerial, estimada en unos 70.000 euros, en función de aportaciones a ediciones anteriores. Aquí la responsabilidad del desastre ya no depende de la Fundación Municipal de Cultura, sino del ente municipal Teatro Jovellanos. La subvención se deniega por llegar fuera de plazo. Ante este atropello, el cantante concejal ha solicitado “un informe detallado de todo el procedimiento de solicitud de la ayuda al Ministerio para interponer el correspondiente recurso”, con el objetivo de “lograr la subvención inicialmente no concedida” (LNE, 29 de noviembre de 2012). A falta de las conclusiones que se extraigan de ese detallado informe, Teresa Sánchez, nueva gestora del Teatro Jovellanos, aclara que todo se debe a un defecto de forma por la falta del sello de correos en la documentación correspondiente.


Es gracioso lo de la falta de sello: así leído, parece que a los responsables se les olvidó el franqueo antes de poner el sobre en el buzón correspondiente. Si así fuese, y para evitar nuevos despistes en gestiones administrativas donde está en juego tanto dinero, nos permitimos recomendar la utilización de sobres prefranqueados, emitidos por la propia entidad postal. Sin embargo, para todo aquel que conozca un poco estos procedimientos, da la sensación de que, lo que faltó en realidad, fue el matasellos con la fecha de entrega de la documentación para su envío, circunstancia para la que es necesario llevar el sobre abierto a las dependencias postales y cerrarlo una vez el sello ha quedado estampado en los impresos, con el envío y la fecha del mismo certificados. Y para saber que esto es así no hace falta ser una lumbrera: sin ir más lejos, quienes hemos tenido que presentarnos a oposiciones por toda la geografía española, sabemos que este es el procedimiento de envío de las solicitudes para poder concurrir a ellas. Claro que de haber tenido padrinos políticos dedicados a la cultura que nos hubiesen dado un “puestín” municipal para gestionar subvenciones, no hubiésemos tenido que opositar a lo largo y ancho de España, y nos podríamos haber quedado tan a gusto en la “tierrina”, “guapina” y “prestosa”, tomando “sidrina” en cantidades navegables y yendo a inauguraciones de espichas y “fiestinas de prau” organizadas con las subvenciones concedidas.


Afortunadamente, la pérdida de la subvención no se ha notado en la calidad del festival de cine, a juzgar por las palabras del concejal cantante, ya que asegura que su nivel ha sido similar al de anteriores ediciones. Lo que es una pena, porque para este viaje no hacían falta nuevas alforjas, y porque se trataba de celebrar el cincuenta aniversario del certamen, así que no hubiese sido mala cosa sacarse de la manga algo más especial, e incluso que, haciendo de tripas corazón, hubiesen tenido una deferencia mínima hacia quién trabajó muchos años como director del mismo, consolidando el FICX como un referente en el panorama cinematográfico de este país (me refiero a España, claro está).


Más allá de la anécdota, lo peor de todo es la asombrosa capacidad de los responsables municipales y autonómicos de Foro Asturias Ciudadanos para echar a perder fondos públicos indispensables para la cultura regional, mediante el traspapelo de subvenciones muy necesarias. No sabemos si es por incapacidad, por desidia, por torpeza o por incompetencia, o porque son como el “asturianón grandón típicu” que entra en el chigre gritando aquello de “esta ronda ye mía”, “ya ta to pago” y “en mi casa les perres como cuchu”.


En cualquier caso donde las subvenciones no llegan, llegarán los fondos autonómicos y municipales para cubrir presupuestos, fondos públicos que proceden -es ocioso recordarlo, aunque desgraciadamente oportuno- de los bolsillos de todos los ciudadanos. Y si esto es así para el Niemeyer, también lo es para la Cámara Santa, para el Museo del Pueblo o para el Festival de Cine de Gijón. Así que, señor concejal, menos canciones, menos informes y más trabajo, formación, capacidad de gestión y supervisión, especialmente si es cierta la denuncia de que ha habido un aumento del 21% en el presupuesto destinado a los salarios de los gestores culturales de Gijón, a pesar de que el número de cargos directivos ha disminuido.



Mientras tanto habrá que asumir el panorama que nos ofrecen estos nuevos gestores. Nacho Vegas, también gijonés, mucho mejor artista que el concejal cantante Carlos Rubiera, y que hace patria sin necesidad de montera picona y “madreñes”, le ha puesto letra, versioneando el “Devil Town” de Daniel Johnston. Que lo disfruten.



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