domingo, 28 de julio de 2013

Dolfus y la Imposible Pax Romana


Por J. Vipsania.

Se las prometía muy felices el lanista Dolfus Asensius cuando hace unas calendas anunciaba el regreso de la Pax Romana al Occidente del vasto imperio de la cultura astur. Probablemente esperaba todo tipo de parabienes y promoción política por parte del princeps Javiericus Máximus, digno sucesor de Vicentus Arecibiades, cuyos enemigos políticos tramitan actualmente en el probo senatus del Principatus Asturum una damnatio memoriae sobre su augusta persona.


Suponemos que respaldado en sus actuaciones por la astuta vestalis máxima de la Cultura, Ana Puedocontodus, magistra protectora del fuego sagrado de la Razón, el Saber y la Educación, y de su más fiel adlatere, Alexandros Calvus, llegado de la Magna Grecia con fina intuición política, muy necesaria en los tiempos que corren, Dolfus el lanista asumió tareas de pacificación en el ager publicus del castrum Ocelae, anunciando nuevas actuaciones en el territorio.



En torno a las nonas de Maius, nuestro lanista daba a conocer una importante inversión de denarios procedentes del erario público para fortalecer la actividad y el bienestar de los habitantes del lugar, promoviendo un ambicioso plan de actuaciones encaminadas a la consolidación y conservación de los bienes del castrum, especialmente una excepcional domus romana que se encuentra expuesta a las inclemencias meteorológicas. De la excepcionalidad de dicho patrimonio se ha dado extensa difusión en calendas recientes por parte de los tabellarii oficiales del Principatus.


Con dichos planes parecía estar conforme el jefe local del castrum Ocelae, Eustaquix Prorromanix Revicus, quien, aunque notable aliado del princeps Máximus, persiste en mantenerse fiel a algunas ancestrales costumbres indígenas, como la de pasearse por el pueblo alzado sobre un gran escudo, que sostienen dos miembros de su guardia personal. Dicen las malas lenguas que gran parte de su poder proviene del habitual consumo de una misteriosa poción mágica, pero eso es algo que nadie ha sido capaz de confirmar. Tras una visita oficial al lugar, el lanista Asensius proclamó que los trabajos se llevarían a cabo por parte de un grupo de artífices procedentes de la cercana Gallaecia, conocidos por intervenciones similares en otros castra como el de Ocela.


No obstante el obstinado jefe local fue cauteloso: sospechaba de la actividad en el territorio de uno de los dos censores capitalinos nombrados para hacerse cargo de la gestión de las fortificaciones del Principatus, Angelus Vicus, con quien mantiene un público enfrentamiento personal que ha derivado en una fuerte tensión política y a quien ha declarado persona non grata en sus dominios. Confirmando sus sospechas, detectó su furtiva presencia en el castrum, lo que provocó una leve disputa y motivó una misiva de Revicus dirigida a Dolfus Asensius, nuestro pacificador y acaso ingenuo lanista.


Las consecuencias de la situación creada no se han hecho esperar y a fin de contrarrestar la presencia de nuevo del censor Vicus, como supervisor encomendado por el Principatus, el jefe Eustaquix ha pasado al contraataque: apelando a una antigua figura jurídica indígena, ha puesto al frente de sus dominios a Franciscus Toribius, llegado de la lejana Tarraconense, personaje de amplio y variado currículum: magister, miles, scriba, fossor y gladiator. Su capacidad de supervivencia en el hostil ambiente de Ocela, en la época de mayor beligerancia, enfrentándose a los esbirros de Vicus, hizo surgir el rumor de que no necesitaba tomar de la poción mágica de Revicus, ya que los efectos de la misma eran permanentes en él al haberse caído en la marmita de poción cuando era pequeño. Además de esto, Eustaquix ha decidido abandonar el órgano de gestión del Museum Etnographicus, dejando al Principatus ante una difícil situación diplomática y política.


De este modo nuestro buen lanista, que presumía de pacificador, ha montado un fenomenal espectáculo circense, lo que no deja de ser algo más propio de su profesión. Y aunque apela a los derechos del Principatus sobre los bienes del territorio de Ocela y sobre su gestión, sus actos han generado una notable tensión en la facción política del princeps, al sentirse su jefe local y aliado Eustaquix Prorromanix Revicus justamente airado por los planes de Dolfus Asensius, ya que considera que el ager publicus de Ocela es un dominium, y no meramente una possessio.


Así, lejos de estar todo el Principatus Asturum pacificado, y todo recinto fortificado de nuevo bajo la tutela de los censores capitalinos, parece que Ocela resiste ahora y siempre al invasor, que la beligerancia está de nuevo en su punto álgido y que de nada sirven los intentos por apaciguar al jefe; a Dolfus el lanista le crecen, de Oriente a Occidente del imperio cultural, los enanos de su circo, y Javiericus Máximus no debe estar muy contento.

Mientras tanto Dolfus busca sustento intelectual y consejo en el liberto Ignatius Prolix Alonsus, personaje de experiencia con desarrolladas dotes de mentalista y adivinación. Según sus acreditados conocimientos, de nuevo una figura jurídica indígena puede ayudar a solventar la situación: El Combate de los Jefes. Pero ¿Quién se atreve con Eustaquix Prorromanix, si es cierto el rumor sobre la poción mágica?


No hay comentarios:

Publicar un comentario